martes, 29 de enero de 2013

Pequeñas ideas


Acabo de mirar una interesante película italiana llamada "Pequeñas ideas"
De ninguna manera intento hacer una crítica cinematográfica de la misma, ya que no la miré de una forma analítica, evaluando la dirección, los actores, el guión, la fotografía, el vestuario, etc...
Simplemente me senté frente al tv., y me metí de lleno en el mundo de la crisis económica italiana, y en el voluntarismo naif de los personajes, y me reconocí en todos y cada uno de ellos , recordando la historia reciente (de hace unos 15 años), que una parte importante de la sociedad ha decidido ( excepto los enfermos de Alzheimer, y alguna otra minoría estadísticamente no relevante, no pueden haber olvidado aquellos días) que nunca existió.
De pronto me encontré viendo a un profesor universitario que no tiene ni para pagar el alquiler ( la hipoteca en este caso), un emprendedor fundido que no puede organizar ni una parrillada, un desocupado que no tiene la menor convicción de que algún día volverá a trabajar, y un experto en computación que se sienta frente a la tv. a olvidar que alguna vez lo fue.
En algún momento de mi vida fui todos y cada uno de ellos.
Yo viví allí, aunque jamás pisé Italia.
La magia de la globalización neoliberal es convertir a todos los sitios en el mismo infierno.

No puedo menos que asociar la película con la que unánimemente ha sido reconocida como la peor temporada turística en muchos años en la Costa Atlántica, y las interminables colas que tuve que hacer la semana pasada en la feria de las colectividades para poder probar la comida típica napolitana, y mas aún para la comida típica árabe (Para las empanadas chilenas llegué tarde, habían vendido toda la existencia). Lo mismo me ocurrió hace dos días en la fiesta de los pescadores que organizaron los trabajadores de una empresa recuperada, donde para acceder a unas rabas, o a una cazuela (terminé comiendo unas excelentes empanadas de pescado) debías disponer de no menos de 45 minutos para hacer la cola.
Mientras me encuentro refaccionando un hotel lleno hasta las habitaciones de emergencia, no me pude ocupar de alquilar el departamento de mi madre, que tanto trabajo me costara terminar (por lo que la temporada en nuestro caso viene floja).
Mientras tanto, veo como muy suelto de cuerpo, un sindicalista dice que la elevación de la base no imponible de ganancias de un 20 % es totalmente insuficiente, y el la misma frase expresa que el ideal hubiera sido un 25 %. O ese señor no tiene un dominio muy amplio del idioma que habla, o nunca leyó a Perón, o habla pelotudeces. Porque quejarse que estás a un 5 % del ideal es una pelotudez acá y en la China.
De pronto parece que la amnesia es el estado natural de las víctimas devenidas en seguidoras de sus victimarios. El sindrome de Estocolmo convertido en ideología política.

La historia es cíclica, en tanto sistémica. Todo proceso político tarde o temprano se agota. En un determinado momento, el modelo vigente dejará de dar seguridad a la mayoría y será reemplazado por otro.
Por el mismo de siempre. Por la solución global, que podrá ser global pero no soluciona nada.
Ya Mauricio promete acabar con la asignación por hijo (Como sus seguidores aún conservan sus empleos generados por el modelo Kirchnerista, están completamente de acuerdo, aunque no dejen de cobrar el salario familiar, que es la misma asignación por hijo, pero para los que no la necesitan, porque tienen trabajo)
y el fútbol para todos ( Como sus seguidores aún disfrutan de las políticas de alto empleo, todavía pueden pagar el cable)
Ya De la Sota acaba de clausurar la tercera antena de tv satelital, para que solo la versión TN de la historia
pueda llegar a los argentinos. Censura en nombre de la libertad de prensa.
Mientras el hombre que encarcelaba estatuas encarcela parques en nombre de la libertad, a la vez que garantiza de hecho la libertad de represión a los que protestan, los que debieran horrorizarse aprueban.

En un mundo cada vez mas parecido a la Argentina del 2001, esta Argentina diferente se ve acosada interna y externamente. Al igual que sus socios y aliados.
Y sus enemigos no tienen límites. Y mientras desean abiertamente la muerte de aquellos a los que la gente elige, renuncian a cualquier prurito moral. Y amenazan con lo que harán cuando esto se termine, lo que resulta mas que intranquilizador dado su poco apego a las leyes y a los derechos humanos.

Somos nosotros los que debemos redoblar los esfuerzos para que estas pequeñas ideas, sean unas historias que remiten a nuesto pasado y no una muestra de lo que nos tiene reservado el futuro.

viernes, 18 de enero de 2013

Y la nave... vino




Habían pasado varios años desde el naufragio. Los odios, la codicia, las vanidades y la estupidez habían contribuido a que la tragedia fuera perfecta. Las innumerables víctimas, y los escasos sobrevivientes, habían compartido heroísmos y miserias. Solo la orquesta había permanecido ajena a los eventos. Haciendo gala de una vocación trascendente, habían permanecido firmes en sus puestos, ostentando una dignidad inaccesible para el resto de los náufragos.
Tal vez por esa razón, a pesar del tiempo, inmunes a la corrosión de los metales y a la putrefacción de la carne y la madera, seguían interpretando su música. Evidentemente ajenos al fondo marítimo, se resistían al destino que injustamente les fuera impuesto por la desidia y la inoperancia, cuando no por la corrupción y delincuencia ajenas.
Privada de su flotabilidad, la nave había perdido su cualidad de tal. Abandonada a las destructivas e inclementes fuerzas del fondo del mar, una nave pierde la totalidad de su esencia náutica. Privada de superficie, su forma y diseño carecen de sentido alguno. Vacías de viento, sus velas son simplemente paños empapados, con una distribución y diseño ajenas a cualquier causa y efecto de los abismos oceánicos.
Las víctimas (algunas que no lo eran tanto) y los sobrevivientes (algunos que no eran tales), compartían una apariencia y una esencia fantasmagórica. Sólo los músicos conservaban una inverosímil cualidad de humanos. En el barco fantasma poblado de fantasmas que yacía inmóvil sometido a las inclemencias del fondo, solo la música desentonaba con el paisaje. Extrañamente, lo único humano de aquel conjunto, era lo mas extraño y fuera de lugar del conjunto.
Atroz y dramática, su historia parecía destinada a sumarse al inagotable cúmulo de leyendas que alimentan la mitología marina, de triángulo a triángulo, de Bermudas al Dragón. Sólo que sucedió algo inesperado. 
Un grupo de sobrevivientes, se negó a dar por sentado que no había nada que hacer ante los hechos consumados. Sabedores de la supervivencia de los músicos y de su inclaudicable voluntad, decidieron reflotar la nave.
Entonces ocurrió algo curioso: Los mismos sobrevivientes que callaron ante los pésimos materiales con los que se construyó la nave, pusieron en duda la capacidad de los que intentaron rescatarla del fondo del océano. Aquellos familiares de las víctimas que nunca elevaron la voz para denunciar la desastrosa infraestructura de la nave, de pronto se volvieron críticos acérrimos de los encargados del programa de reflotamiento del barco. Los tripulantes que se bajaron del barco cuando comenzaron los rumores sobre el peligro que implicaba navegar en el, de pronto se convirtieron en embajadores de la condena a los rescatistas. Los pícaros que se beneficiaron del sobrepeso que implicaba la utilización del velero para contrabandear mercancías de ultramar, salieron a gritar a los cuatro vientos sobre la deshonestidad,impericia y desidia de los que pretendían reflotarlo.
Convencidos de que intentar rescatar algo del fondo era una utopía, los exterminadores de utopías se abocaron de lleno a la tarea de estigmatizar y desanimar a los rescatistas y a sus seguidores.
De la noche a la mañana, la nave fue una causa universal. Los evasores de impuestos organizaban colectas, los que se indignaban por la ayuda a los necesitados consideraban una causa nacional el reflotamiento del navío, los sordos militantes clamaban por el rescate de los músicos y de la música, los utraindividualistas se abocaron a una causa común, los neoliberales reclamaron por que el estado no tenía suficiente presencia en el rescate. 
Y todos coincidieron en que lo que se estaba haciendo era inútil e insuficiente, y que esa era la principal razón por la que la nave seguía fondeada en el fondo.
Íntimamente sabían (aunque no lo expresaran públicamente) que nada podía emerger del fondo.

Mientras tanto, el grupo de sobrevivientes seguía, sin prisa pero sin pausa con su plan de rescate.

Mientras los refutadores de proyectos exhortaban a las multitudes por intermedio de los propaladores de refutaciones, los realizadores de utopías corrían cada vez mas lejos el horizonte utópico.
De pronto el proyecto tuvo su síntesis: Para sacar la nave a flote era necesario alejarse del fondo.

El resto es historia conocida.
Mucho trabajo, algo de paciencia, mucha firmeza. Muchas alianzas, mucha solidaridad, toda la  perseverancia. Mucho coraje, algo de indisciplina y mucha grandeza.
Y el horizonte que está cada vez mas lejos, consecuencia lógica del avance decidido hacia la utopía.
Y un día la nave se despegó del fondo, y comenzó a ascender hacia la superficie. Y al llegar allí, el casco que recupera su función de casco, y las bombas que comienzan a achicar el agua. Y el diseño que vuelve a ser esbelto, elegante y aerodinámico. y los mástiles que comienzan a sostener las velas, en vez de evitar que se las lleve la corriente. Y las velas que dejan de flotar para inflarse con el viento, y comienzan a empujar la nave hacia su destino.

Y la orquesta, que siguió tocando...

Y al llegar a destino la fiesta. Con música incluida. Nadie festeja mejor que los realizadores de utopías.
A mí me lo contó mi hijo, que anduvo por allá, mientras yo me quedé trabajando, enfrascado en mi propia utopía, que a su vez es parte de una utopía colectiva. Porque el trabajo, es un realizador de utopías a niveles múltiples. Posibilita el acceso a la mía, a la nuestra y a la de todos.

Mientras tanto, los refutadores de proyectos, los propaladores de refutaciones, los exterminadores de utopías, los evasores de impuestos, los indignados por las ayudas, los sordos militantes, los ultraindividualistas y los neoliberales no concurrieron a la fiesta. Se quedaron en sus casas masticando bronca. Jamás volvieron a mencionar el tema.
Quedó en claro que la nave jamás les había importado.
La nave era nada mas que una metáfora.

Y entre tanto símbolo, metáfora y eufemismo, rescato una idea:
"Para salir a flote es necesario alejarse del fondo"

Y la nave... vino.